Mientras escribo
Es una lectura rara, de esas que nunca imaginaría leer. Y seguramente por eso me ha gustado el doble. Mientras escribo, del autor estadounidense especializado en novelas de terror Stephen King, es una mezcla de manual para escritores y biografía que no tiene desperdicio. Como manual, es de diez: no se anda por las ramas y te cuenta sus pensamientos, sus realidades y sus trucos sobre narrativa contemporánea. Como más o menos dice King a lo largo del libro, se la pela lo que digan los demás y en Mientras escribo no encuentras ni una coma impostada. Gracias, King. Además, como manual tiene el aliciente de que sus recomendaciones a la hora de abordar la creación de un texto casan perfectamente con el oficio de periodista, por lo que a cada reflexión del señor King no he podido más que decir sí, buana, my King. He aquí algunas de las reflexiones que más me han gustado:
“Muchas veces, cuando un lector deja un libro a medias por aburrido, el aburrimiento se debe a que el autor quedó fascinado por sus poderes de descripción, perdiendo de vista su prioridad, que es que no se pare la pelota”. (sobre los excesos descriptivos)
“Casos de perdedores en el instituto los conoce todo el mundo; si yo describo el mío, excluyo el tuyo y pierdo una parte del vínculo de comprensión que deseo forjar entre los dos. La descripción arranca en la imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector”. (más sobre la descripción)
“Ten presente que entre historia y esquema argumental hay una diferencia enorme. La primera es honrada y de fiar, mientras que el segundo es sospechoso y conviene someterlo a arresto domiciliario”. (sobre tejer la trama)
“Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En tres meses son 180.000 palabras, que para un libro no está mal”. (sobre cómo organizarse)
“Si no escribo a diario empiezan a ponérseme rancios los personajes”. (¡ups!)
“Leer es el centro creativo de la vida de escritor”.
“Escribir es seducir”.
“A menudo, escribir bien significa prescindir del miedo y la afectación”.
Y así hasta el infinito.
¿Y cómo biografía? Quizá si fuera habitual lectora de King conocería algo de su vida, pero llegué a este libro en blanco gracias a una recomendación de Maïder Tomasena y descubrí cómo fue su infancia, su adolescencia, su juventud y cómo su mujer le dio un ultimátum en los ochenta: o dejaba el alcohol y la cocaína o ella y los niños se marchaban de casa. King rectificó y desde entonces sigue limpio y ofrece una reflexión sobre los mitos entre alcoholismo y creatividad: “Hemingway y Fitzgerald no bebían porque fuesen personas creativas, alienadas o débiles moralmente, sino por la misma razón que todos los alcohólicos. No digo que la gente creativa no corra mayor riesgo de engancharse que en otros trabajos, pero ¿y qué? A la hora de vomitar en la cuenta, nos parecemos todos bastante”. Amén.
Mientras escribo me ha parecido un buen libro de lectura amena y precio magnífico (5,69 euros en la versión Kindle), perfecto para lectorófilas y el proyecto de Pilar de leer de reseñar en equipo un libro al mes y etiquetarlo con el hastag #unoalmes (con ese hastag puedes encontrar las recomendaciones de cada una de las blogueras que participaos en #unoalmes). ¡Felices lecturas!